Tradición que continúa por siglos
Hace 311 años se inició una tradición religiosa que se ha extendido a Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Medellín, Cúcuta, Barrancabermeja y Bucaramanga, todavía hoy dando lugar a un gran movimiento de feligreses procedentes de todos los rincones del país.
Se trata de Torcoroma, la Virgen María que surgió del corazón de un árbol en los valles cercanos al municipio de Ocaña, Norte de Santander. Esta es la historia de su veneración que se extiende por generaciones.
El hallazgo
Vivian en Ocaña el señor Cristóbal Melo y su esposa Pascuala Rodríguez con sus dos hijos, Felipe y José. Trabajaban la tierra, en especial al cultivo de caña de azúcar y la producción de miel. Justamente buscando madera para unos recipientes que allí llaman “canoas”, Felipe y José se toparon con “un árbol de olorosas flores”, lo derribaron pero cayó por un barranco.
Al día siguiente regresaron con su padre a buscarlo. Poco después de dar los primeros hachazos, salió una luz y era la «imagen de María Santísima la virgen de la Concepción».
El presbítero e historiador Joaquin Gomez Farelo afirma en su libro “Reseña del hallazgo de la Virgen de la Tocoroma” publicado en 1805:
«La imagen de María Santísima la virgen de la Concepción, de medio relieve, juntas y puestas las manos sobre el pecho, con acción del rostro como dirigido al cielo, con su corona imperial, parada sobre su media luna, todo del color del mismo árbol, la cual vista y reparada por el buen Cristóbal Melo, metiendo las manos al hijo que a la sazón era el que cortaba con la hacha, le detuvo el golpe, y postrados padre e hijos, adoraron aquella imagen, de la que se dice despedía de sí no sólo una gran luz, sino el aromático olor de todo el árbol como cuando lo cortaron».
Una progresiva devoción
Cristóbal y su familia conservaron el pequeño fragmento con la imagen de la virgen de Torcoroma y durante un tiempo le rezaron el rosario. Sin embargo, las noticias del prodigioso hallazgo y las versiones de milagros a campesinos que padecían de lepra y otras enfermedades incurables se propagaron por la región.
El enviado de la curia, padre Diego Jácome Morinelli, también comprobó que todas las versiones eran ciertas y a los pocos meses autorizó su veneración privada.
En 1716 la Iglesia permitió que en el lugar de la aparición se levantara una capilla. Cinco años más tarde el obispo de Santa Marta, Antonio de Monroy y Meneses, autorizó su culto.
Connotación social y cultural
“Esa devoción brota por los poros y cada día crece más”, anota el historiador Luis Eduardo Páez García, hacia el Diario La Opinión. «Aparte de la gran veneración que conserva la devoción mariana tiene grandes connotaciones sociales y culturales arraigadas en la memoria colectiva del pueblo ocañero. La aparición ocurrida el 16 de agosto de 1711, marcó una pauta para la espiritualidad grabado desde la Colonia. En la medida que la imagen fue aceptada por la iglesia católica, dos papas emiten conceptos favorables, genera la propagación a muchas ciudades colombianas. La sociedad ve la advocación como un símbolo de ayuda desde el punto de vista divino”, agrega.
Ocaña: Cultura y tradición trascendental
El paisaje humano y arquitectónico que el peregrino aprecia hoy es muy diferente al del siglo XVIII. Pero la devoción y el entusiasmo que la «Virgen Morena» produce en los ocareños, lejos de disminuir, aumenta cada día.
En Ocaña también aseguran que el respeto a esta imagen de María Inmaculada (imagen de la virgen de Torcoroma) trasciende la devoción cristiana. Ya que sin importar si son católicos o agnósticos identifica a todos los habitantes de ese pueblo, convirtiendo a la «Morenita» en la máxima expresión cultural y religiosa de la región.