Por: Juan José Cantillo
¿Se han preguntado desde hace cuánto los campesinos del Catatumbo dejaron de tocar música Guasca? Esperen… ¿Ustedes si quiera saben qué es la música Guasca?, las flautas de madera, los ritmos campesinos y los instrumentos de cuerda muy pocos suenan desde las últimas cuatro décadas en toda esta región.
Esa disminución del valor folclórico, que los labriegos del oriente del país cultivaron por mucho tiempo, es solo una muestra del desplazamiento al que son sometidos los campesinos catatumberos. Con la llegada a sus tierras de agentes nuevos como los paramilitares, la guerrilla, e incluso el Estado mismo, los campesinos no solo transformaron drásticamente sus hábitos de vida, sino que la zozobra y el miedo que ocasionaron la imposición de las armas causaron en ellos una gran descomposición cultural.
Pero, ¿sabían ustedes esto? o es más fácil mirar hacia otro lado e irnos a ver ballenas como hizo cierto candidato en aquellas polémicas y controversiales elecciones presidenciales del 2018.
Lo irónico de todo este asunto es que siempre que se acerca una nueva jornada de elección se nos llena la boca criticando y llenando de acusaciones y categorizaciones despectivas a dicho personaje, cuyo nombre no es necesario revelar, pues todos acá sabemos a quién quiero describir. ¿No será más bien que todos nosotros tenemos un poco de tibieza innata que nos acompaña en nuestra cotidianidad? Por eso, ser atípicos ante las situaciones socioculturales que se viven en el Catatumbo se volvió parte de la desgarradora e indiferente ‘normalidad’.
No ha sido extraño que muchos aires culturales se encuentren luchando una batalla y estén tratando de sobrevivir ante la modernización misma, tal es el caso del Merengue Campesino y algunas fiestas lugareñas que armaban los pueblerinos del Catatumbo llamadas ‘Jolgorios’ que a ritmo de tiples e instrumentos de cuerda los lugareños disfrutaban bailando sus ritmos autóctonos, estas se realizaban por el casamiento de los compadres, el bautizo algún niño de la vereda o cuando las señoritas cumplían sus quince años.
¡Y ni hablar cuando un compadre pedía ‘barato’! ya sé mis queridos amigos, no tienen idea de lo que es, pero permítanme ilustrarlos mientras ustedes siguen pendientes de la última noticia de farándula del país, el barato era cuando se tocaban el hombro para ofrecerse un traguito de Bolegancho con el fin de cambiar o pedir pareja, pero cuando se hacía caso omiso no quedaba más remedio, sino sacar sus machetillas y pelear por la pareja, de hecho, gracias a esos comportamientos se creó la danza de “La Machetilla” a ritmo de Merengue Campesino, convirtiéndose en un ícono folclórico del Catatumbo.
Otro ejemplo de la pérdida cultural en el territorio catatumbero se dio con la introducción de los famosos vallenatos y narcocorridos, ya que fueron inducidos por los grupos armados y el narcotráfico que viven latentemente en la región, pues además de imponer sus armas también imponen la música no folclórica de otras zonas, provocando así que la música campesina que no es tan comercial, pero agradable, se viera afectada por el impactó de lo tecnológico sobre lo tradicional, porque ya se lleva la música de manera más practica que se reproducen en parlantes estridentes. Entonces… ¿Quién va a tocar el tiplecito frente a un vallenato a todo volumen? pues nadie, ¡Carajo!
En esta región la tradición del bambuco, el pasillo nortesantandereano y las polcas, se mantiene, pero no con gran fervor, debido a que los últimos dos años en las áreas rurales se libra de una guerra entre paramilitares y guerrilleros por el control de unas 12.000 hectáreas de coca, que incluso ha puesto en riesgo cultivos silvestres como el de guayaba, cebolla, fríjol y las cocotas y de la misma manera la riqueza artística de la zona, aunque en el Catatumbo la música autóctona no se escuche con el mayor entusiasmo siempre lucharán por mantener viva esa llama de folclor campesino que poco a poco han ido inculcando sobre las personas labriegas del departamento nortesantandereano.
Ojalá que algún día dejemos de ser tan tibios y el avistamiento de ballenas deje de ser una metáfora que cae como anillo al dedo a la triste situación que se vive en el Catatumbo y entendamos que la cultura es la única cosa por la cual nosotros podemos concientizar a los jóvenes que por medio de las manifestaciones artísticas y culturales se marca de manera significativa la idiosincrasia de un pueblo.
Sueño que en algún momento de nuestra tibia existencia nos podamos sentir totalmente orgullosos de lo Colombia posee y demos a entender que no solo somos armas, guerra, esa cara sucia y perversa que muestran de nuestro país en el exterior, también hay cosas bonitas y una de ellas es el folclor tan diverso que tenemos como un catalizador de paz.
Sin embargo, esos sueños se ven nublados y se sienten en gran medida inalcanzables, pues con los pies sobre la tierra fui testigo del papel tan triste e insignificante que cumplió el insistido candidato presidencial, en las pasadas elecciones presidenciales, que por mirar a otro lado y ser indiferente en aquel entonces, en la actualidad su fuerza política es casi nula, por eso recuerden, la apatía solo nos lleva al olvido.