40 Años persistiendo y resistiendo
Entre marzo y septiembre de 1982, 13 jóvenes desaparecieron en Bogotá a manos de agentes del F2, una estructura de inteligencia de la Policía en los años ochenta. La mayoría de ellos eran estudiantes de universidades públicas y todos ejercían algún tipo de función de liderazgo. Sus familias se unieron para formar el Colectivo 82, uno de los primeros casos de desaparición colectiva y el más simbólico en la historia de las desapariciones forzadas en Colombia.
40 años de detenidos desaparecidos forzadamente
Tras ellos desaparecieron miles más. Durante el conflicto armado, más de 100.000 han desaparecido en 2016. Hoy 30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, Teresa Sanjuán, una de las voces que ha mantenido viva la búsqueda de los desaparecidos en el país, habla de la impunidad que ha amparado este delito, cometido también por el Estado.
Los hermanos Sanjuán
Alfredo Rafael y Samuel Humberto Sanjuán Arévalo pintaron al revolucionario argentino en la fachada del Auditorio León de Greiff, y meses después los desaparecieron por su activismo político y estudiantil. Los Sanjuán, ambos oriundos del municipio de Ocaña, fueron desaparecidos el 8 de marzo de 1982 en la capital de la República a donde viajaron con muchas ilusiones a continuar con los estudios superiores. La investigación apunta al F2, una temida unidad policial de inteligencia, a la que se le relaciona con casos de desaparición forzada y “limpieza social”. A la extinta y violenta organización se le señala de haber tenido vínculos con narcos y paramilitares.
Yolanda y Teresa, hermanas de los Sanjuán, han dedicado la mitad de su vida a buscar a sus dos hermanos mientras luchan para que haya justicia y fueron parte de la creación de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), la primera organización en Colombia que hasta el día de hoy reclama por el hallazgo de al menos 80.000 desaparecidos de manera forzada que ha dejado la violencia y el conflicto armado en el país, según el Centro Nacional de Memoria Histórica.
No fue sino hasta 40 años después que fue declarado como un crimen de lesa humanidad y está referenciado como el primer caso colectivo de desaparición en el país.
El Estado es responsable
Estas desapariciones se dieron en el marco de las investigaciones de la Policía por el secuestro de los tres hijos, de 5, 6 y 7 años, el 6 de octubre de 1981; del narcotraficante José Jader Álvarez, extraditado a Estados Unidos en 1985. De acuerdo con las investigaciones, este hombre les habría proporcionado carros y helicópteros a los grupos de la Policía encargados de la búsqueda de sus hijos y para capturar a los responsables. Pero luego de 40 años, ninguno de los integrantes del F2 a cargo de esos operativos ha sido investigado o condenado. Se han vinculado a 22 agentes a este proceso, e incluso llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que en 1991 determinó que el Estado es responsable por el secuestro y la desaparición de los 13 hombres.
Solo la verdad
¿Por qué se los llevaron? ¿Dónde están?, las familias aun siguen esperando la verdad y denuncian que no han encontrado justicia. “Hemos movido cielo y tierra, pero no los hemos encontrado, mis padres lloraban todas las noches y murieron de pena moral ante la prolongada ausencia”, narra la hermana Yolanda Sanjuán quien no se resiste a olvidarlos y adelanta una gran cruzada a nivel nacional para descubrir a los responsables de esa infamia. “Se los tragó la tierra, el dolor en el alma no desaparecerá hasta cuando corramos ese manto de impunidad y veamos el rostro de las verdugos que torturaron, mataron y enterraron a unos jóvenes por el simple hecho de soñar en la transformación de un país”, agrega una lideresa el colectivo.
«A mis tíos»
Madres, hermanas, hijas y jóvenes universitarios escriben estas cartas desde el dolor de la ausencia, desde el recuerdo del último encuentro, desde la lucha y la resistencia porque se haga justicia y algún día conozcan la verdad.
“Eran grandes y determinados, llenos de sueños y amor por los demás, que se reflejaba en todo lo que hacían y en cada paso que daban. (…) Los seguiré esperando, porque sería lo único que podría llenar ese inmenso vacío que dejaron en mi corazón. (…) Quisiera decirles que llevo su sangre en mis venas, sus ideales en mi cabeza, sus canciones en mis oídos y su amor en mi vida.” Hilda Maritza