domingo, diciembre 22, 2024
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Arepa ocañera: Símbolo ancestral de paz

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Una herencia viva que genera lazos de unión en la región

El departamento de Norte de Santander, en Colombia, lugar de donde es típica la arepa ocañera, es rico en cultura y biodiversidad, lleno de gente amable y trabajadora.

Sin embargo, es importante resaltar que, también ha sido uno de los territorios más azotados por el conflicto armado, problemática que según, la revista CIBOB 5 tiene raíces históricas que se remontan a décadas atrás. Surgió como una combinación de factores, incluidas tensiones políticas (Pelea por el poder entre los partidos tradicionales), económicas y sociales, así como la presencia de grupos armados insurgentes, paramilitares y el narcotráfico.

Esto conllevó a que, las personas habitantes del territorio incluyendo a los campesinos se vieran en la obligación de dejar sus tierras. Secuestros, muertes y desapariciones forzadas son algunos de los problemas ocasionados por ello. Es de suma importancia, seguir construyendo entornos de paz y armonía en una región que aún se encuentra fracturada por dicha problemática.

La arepa, por ejemplo, vista como una tradición, se puede considerar como un símbolo de unión para Ocaña y sus alrededores, debido a su importancia en la cultura, la comunidad y su valioso aporte en la identidad regional, esto teniendo en cuenta que la gastronomía a menudo desempeña un papel crucial en la creación de lazos sociales con la promoción de unidad y paz.

Es un alimento único en su sabor y preparación, que crea un vínculo cultural en la región, una herencia que identifica a sus habitantes ante el resto del país. La costumbre de cocinar y compartir dicha tradición se ha transmitido a través de muchas generaciones ayudando a fortalecer de alguna manera los lazos familiares y comunitarios.

Su historia

En el museo Antón Bonilla de García, reposa una exposición que explica de manera general el origen de este alimento, todo comenzó cuando los indígenas que habitaron la zona consumían derivados del maíz en su diario vivir, los cultivadores, utilizaban metates, que según el diccionario de la lengua española es, una piedra sobre la cual se muelen manualmente alimentos como el metlapil, el maíz y otros granos.

El historiador, Luis Eduardo Páez García, expresó que, la arepa ocañera es una tradición de origen indígena, llegó a este territorio desde Centroamérica influenciada por la cultura maya y azteca en épocas prehispánicas, sobre todo porque existen unas evidencias en las iconografías de la época colonial que posee el centro de dispersión de dichas culturas, donde se observa a sus integrantes elaborar un alimento con forma de arepa utilizando los antes mencionados metates, elementos que, también tenían las señoras en las casas antiguas de Ocaña para moler los ‘aliños’ y el maíz con la mano de moler o barra de piedra.

Conexión regional

En tiempos precolombinos, el hoy territorio conformado por Ocaña y algunos municipios del Catatumbo, incluyendo el sur del Cesar, fueron poblados por Ocañeros, es por eso que todos heredaron las mismas costumbres, lo cual dio como resultado la existencia de una conexión entre ellos a través del consumo de la arepa, hecho actualmente sirve como un factor de unidad regional, puntualizó, el antes mencionado historiador Luis Eduardo Paéz.

Una tradición que también se ha fortalecido a nivel empresarial, ha sido tanto el impacto, que existen restaurantes en Cúcuta y Bucaramanga de arepa Ocañera.

Con respecto a esta última característica, Páez García, finalizó, indicando que como no existe documentación de fuentes primarias, una de las posibles razones que se tienen para comprobar el por qué esta arepa nunca ha contenido sal, es que Ocaña en tiempos prehispánicos pudo no haber estado incluida en las principales rutas distribuidoras de sal, la primera de ellas iniciaba desde la costa caribe en la parte de La Guajira hacia adentro y la otra en las salinas de Zipaquirá como había rutas por ejemplo de los tejidos de algodón.

Sin embargo, otras fuentes afirman que, consumir la arepa sin sal, fue el castigo utilizado por los indígenas en la época precolombina para dar una lección a las personas indisciplinadas que violaban las normas del resguardo.

El paladar tiene memoria

El Centro Regional de Medios, apoyado por el Ministerio de Cultura, llevó a cabo la realización de una escuela audiovisual llamada ‘La Pegotera’, en el corregimiento de Guamalito, el cual tenía como eje transversal el legado de Comisión de la Verdad, para que los jóvenes pudieran conocer más acerca de la historia del pueblo, cultura y tradiciones.

Jean Carlos León, líder juvenil que participó en dicho proyecto, expresó que. “Yo siempre he dicho que el paladar tiene memoria. Conocimos la historia de los conflictos bipartidistas que se desarrollaron acá y como la arepa los unió de alguna forma, el saber que preparar arepas no era aburrido y que, además, servía como un medio para reunirnos fue lo mejor. Este proyecto nos enseñó, primero, a conocer más nuestra historia y segundo, la importancia de no dejar morir nuestras tradiciones, cultuvar la costumbre de hacer arepas.

La señora Idalba Chona, hacedora tradicional, manifestó: “esa fue una costumbre heredada de mi madre, aunque anteriormente se elaboraban en hojas de plátano y fogón de leña, lo cual le otorga un sabor exquisito. Hoy en día tengo mi propio negocio donde vendemos alrededor de doscientas arepas diario”.

“Desde que yo tengo uso de razón la arepa hace parte de mi vida. En mi época se hacían grandes. Un alimento que nos identifica, porque uno se va para otro parte orgulloso de su ‘arepita’. Además, ha servido como un medio para unir a las familias y comunidades a la hora de la comida”, así mencionó el señor Ismael Rueda, habitante de Ocaña.

Más que una tradición

En una nota del articulo “El príncipe de las arepas” escrito por Lorenzo Villegas, “Y sí, al otro día llegaba temprano el hombre con las arepas ocañeras, ¡ahí sí que me deleitaba! Me gustaban mucho porque son infladas; es decir, el calor que le da un tejo-plancha donde las hacen, se vuelven globos blancos tostados. Entonces, con los pétalos naranja encendido del barbatusco, un árbol de esa región, mezclados con huevos pericos, quedaba de maravilla…” , un fragmento que relata el amor de su padre por las arepas ocañeras.

Ha sido, además, inspiración de poetas como Pedro Alejandro Gómez, quien escribió: “Me voy como llegué: sin un cuartillo, llevo en el alma cruel melodía y una arepa sin sal en el bolsillo”.

Y del maestro Flaminio Molina quien, en unas de sus canciones, escribió “donde hay ocañeros, se come se come la arepa…”.

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